sábado, 5 de julio de 2008

4de julio, una reflexión sobre los migrantes en EU

"Todos somos viajeros en los salvajes terrenos de este mundo,
y lo mejor que podemos encontrar en nuestros viajes
es un amigo honesto."

Robert Louis Stevenson.


Cuando uno tiene la posibilidad de mantener un poco de contacto con nuestros vecinos del norte, se puede dar cuenta de algunas cosas que ocurren de con nuestros paisanos que habitan del otro lado. Escojo esta fecha para hablar sobre este tema por razones obvias (y para quien no me conozca, simplemente por cinismo).

Las estadísticas dicen que hacia el 2003 podía encontrarse, en Estados Unidos, una comunidad de más de 26.7 millones de personas de mexicano. De estos 26 millones, aproximadamente 9.9 millones eran mexicanos nacidos en México que por alguna razón tuvieron que migrar al “otro lado”. Esta información tiene casi 5 años, y viendo el crecimiento de esta comunidad en los últimos veinte años es muy probable que hoy en día encontremos muchos más.

La mayoría de las personas de este país, si es que no viven en una especie esfera autosustentable o en un agujero completamente aislados del mundo, deben de haber escuchado mas de alguna vez noticias sobre las precarias condiciones en que muchas de estas personas que se ven en la penosa necesidad de migrar al norte sin la documentación adecuada. A veces escuchamos que los mataron en el intento, o que el gobierno se empeña por hacerles la vida más difícil, o muchas veces solo sabemos que se la pasan mal.

Recientemente, he tenido la oportunidad de establecer contacto con algunos de nuestros vecinos del norte, y me he visto un poco consternado por algunos comentarios que he escuchado tanto de algunos de mis compañeros de trabajo, como de algunos de los clientes con los que he tenido oportunidad de interactuar.

La migración se ha transformado en una parte importante de nuestra cultura, igualmente juega un papel importantísimo en la economía del pueblo mexicano. Sin embargo, esta cultura de migración se ha transformado al mismo tiempo en una especie de batalla entre los migrantes y el sistema americano que intenta imponer sus propias reglas dentro de este juego. Las precarias situaciones de trabajo, aunadas a un constante estrés psicológico y social, orillan a nuestros compatriotas a tomar decisiones que afectan su forma de ver el mundo.

“No comprendo cómo consiguen sobrevivir. Algunas de las personas que se van para allá no saben nada de ingles. Otras tantas apenas y se saben los números, y aun así están allá”. Esto no es una mentira. En realidad, menos del 50% de los mexicanos que migran a los Estados Unidos consiguen masticar el ingles, y los que lo logran suelen tener muchas deficiencias con el lenguaje. Según el estudio que Eduard P. Lazear de la Universidad de Stanford, realizado en el 2005, la pobreza en el nivel de vida de los mexicanos se debe en su mayoría sus deficiencias en el lenguaje. No me animo a darle toda la razón a este punto, sin embargo me parece preocupante que las personas crean que así es.

La barrera del lenguaje es solo una parte de las limitantes que enfrentan los migrantes. La indocumentación le impide encontrar un trabajo digno, y además la diferencia de culturas y formas de pensar los convierten en presas para ideas peores, como el racismo.

Una anécdota bastante divertida que ocurrió en alguna ocasión:

Llega una mujer bastante molesta con el servició que le habían dado. Se para frente al mostrador echando chispas por los ojos y con un ingles bastante fluido, pero no exento de un ligero acento latino se dirige al pobre empleado diciéndole en un tono de voz bastante elevado: “I’m really UNhappy with the service you gave me” (Estoy muy INconforme con el servicio que me dieron). El empleado haciendo su trabajo intento tranquilizarla, y le pregunto cuál era el problema con el servicio. Entonces la mujer le dijo: “Tell me something. If your customer is not a Spanish speaker, do you offer Spanish channels?” (Si tu cliente no habla español, ¿le ofreces canales en español?) A lo cual, obviamente, el empleado respondió con una rotunda negativa. Y la mujer vuelve a estallar: “Then why do I have Spanish channels on my service?” (¿Entonces porque tengo canales en español en mi servicio?) Lo cual no tomo del todo por sorpresa al empleado, pero en ese momento una niña pequeña había entrado en escena e intentaba llamar la atención de su madre. Entonces la mujer interrumpió: “One second please” (Un segundo por favor), y agachándose a donde estaba la niña le dijo en voz baja, “ahora no mija, ande vallase con su abuelita”. Cuando la mujer volvió al mostrador el pobre empleado tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírse de ella en su cara, y terminó de atenderla. Pero quedo impresionado del grado que puede alcanzar el trauma de las personas con tal de no admitir su origen mexicano.

En una ocasión un hombre me dijo: “Es alarmante ver como las nuevas políticas de este país se enfocan en eliminar las raíces de la gente…”, y en otra ocasión también me toco escuchar otra frase que me llamó mucho la atención, “Los latinos tienen miedo de hablar español. Detestan el hecho de no tener mejores oportunidades de trabajo y culpan de ello a su acento, y a su cultura. No saben que sus raíces son preciosas, y no les importa que sus hijos no aprendan de ellas. Es triste ver como hay mexicanos que no desean que sus hijos aprendan a hablar español”.

La presión psicológica sobre el bagaje cultural es solo una parte de lo que estas personas deben de enfrentar para conseguir salir adelante. En general todos los migrantes que de alguna forma viven y trabajan del otro lado deben de lidiar con esta situación. Ya sean trabajadores que han emigrado por la vía legal, así como aquellos que llegan de mojados. Lo que probablemente hara la diferencia mas radical, es el hecho de que los primeros pueden entrar sin necesidad de arriesgar sus vidas.

Pero los riesgos de lanzarse en una aventura de esta naturaleza no están solamente en el hecho de tener que cruzar la frontera, para quien cuenta con los recursos, el viaje puede ser bastante agil y llevadero, pero para quien es menos afortunado, y no tiene los medios para pagar un medio de transporte decente este viaje puede ser toda una odisea.

En una ocasión un joven jesuita nos platicaba de la situación de algunos de estos migrantes que se veían en la necesidad de recorrer grandes distancias para alcanzar la frontera sin más dinero que el necesario para pagarle al coyote (o a veces ni eso). Nos platicaba como viajaban de polisones en los trenes, pero viajar es esta forma implica que deben de saltar del tren, antes de que este entre a la ciudad, y atravesarla a pie. De otro modo, se tendrían que enfrentar a los garroteros, y esto les arruinaría el viaje. Mendigando para comer, y muchas veces sin siquiera contar con ropa adecuada para protegerse del clima.

Hace algo más de un año que tuve la oportunidad de estar misionando en San Francisco, un rancho al sur de Jalisco cercano a Tamazula, me encontré con la realidad de una población donde la mayoría de sus habitantes habían tenido que migrar al norte para buscar un futuro mejor. Doña Genoveva, una maravillosa mujer que me dio hospedaje durante aquellos días, enfrentaba una terrible realidad. Como madre había visto partir a casi todos sus hijos al otro lado. En aquellos días me toco verla experimentar la angustia y el dolor de una madre que no sabe que irá a ocurrir, pues uno de sus hijos que la acababa de visitar tenía apenas unos cuantos días de que había emprendido su viaje como indocumentado para regresar al otro lado.

Cuando tuve la oportunidad de platicar con ella, me platico como es que sus hijos habían hecho su vida de esta forma. Y aun cuando aquellos viajes se habían vuelto una parte de su vida, no dejaba de preocuparse cada vez que uno de ellos tenía que arriesgar la vida para cruzar la frontera. “Mi hijo acaba de hablarme de una de las casas del coyote”, me compartió su buena noticia mientras yo veía como en sus ojos asomaban lagrimas de alivio. La peor parte había pasado, y solo aguardaban un par de días a que se diera la oportunidad para que sus otros hermanos fueran a recogerlo. Sin embargo sus preocupaciones no terminan allí, puesto que aunque sabe que sus hijos ya se encuentran establecidos y que algunos de ellos cuentan incluso con una familia, ella también externo que “una como madre nunca deja de preocuparse”. Una mujer devota que desde su humilde casita en San Francisco continua apoyando a sus hijos con sus oraciones.

No cuesta mucho darse cuenta de que la situación no solo resulta difícil para los que emigran al otro lado, sino también para los que se quedan en casa esperando tener noticias de ellos. Estas líneas solo registran una pequeñísima parte de lo que ocurre en el mundo de los migrantes, pero espero que con ellas nos acordemos un poco de ellos y no los hagamos a menos. No nos hace daño acordarnos de vez en cuando, y dedicarles una oración para que les valla un poco mejor.


Referencias:

Tiempos de migrantes.
Estudio de Eduard P. Lazear
Foto de la frontera.
Hispanic population in the U.E.
CONAPO

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